Cae la noche pero su oscuridad ni se siente. El jardín de la Universidad Complutense de Madrid en el que se celebra el festival “Noches del Botánico” está encendido, en un segundo concierto, con las sonrisas, las lágrimas y las miradas de un aforo lleno de 4.000 personas cautivadas por la poderosa música de la artista mexicana Natalia Lafourcade.
Para sus seguidores, en España el tiempo no ha pasado, la quieren igual o más que antes de verla por última vez hace cuatro años, cuando vino a presentar su «World Tour» en Barcelona y la capital española.
Antes de que la mexicana inaugurara el escenario, el público, predominantemente femenino y latinoamericano, ya sabía que esta gira no era igual que las pasadas. En esta, la mexicana, por primera vez en siete años, interpretaría su álbum inédito: “De todas las flores”.
Un micrófono, una silla de madera, una mesita que sostiene una lámpara con luz cálida y una taza blanca, son los objetos que decoran el centro de la escena y con los que la artista invitó al público a compartir un espacio íntimo pero también oscuro.
La multitud se acaloró en cuanto vio a una fila de músicos vestidos de negro entrando a la pista disfrazada de habitación vacía. Los seguidores agudizaron sus voces y juntos entonaron un himno con su nombre.
DE TODAS LAS FLORES UN LUTO Y UN RENACIMIENTO
La maestra del son jarocho (un género musical veracruzano) entró al escenario con un aspecto casi luctuoso portando ya el tradicional vestido negro y largo de la gira. Su mirada perdida y su recorrido con la pesada vestimenta la dirigieron a la silla vacía mientras de fondo se escuchaban las primeras melodías de “Vine Solita”.
El transcurso de las primeras tres canciones de este nuevo álbum -que inspiró a la compositora a escribir su primer libro “De todas las flores”- enmudecieron al público, que parecía encandilado con la actuación fantasmal de la cantante.
De pronto como si algo o alguien disolviera una maldición, Lafourcade rompió el silencio con el público y le sobresalió una sonrisa en su rostro mientras puso la mano en su pecho.
“Muchas gracias, Madrid. Cuánto amor, lo siento aquí. Hoy estamos aquí bien dentro de mis jardines”, confesó la fanática del jazz para introducir “Pajarito colibrí”, un tema en el que se refugió para “sanar el corazón y algunas cositas”.
Tras un vuelo agitado entre solos de guitarras y las notas casi imperceptibles del piano, la artista, con más de nueve millones de oyentes mensuales en Spotify, pidió al público que aterrizara en las tierras del estado mexicano de Oaxaca para entrar “por una puertita” a las letras de “María Sabina, la Curandera”.
Después, Lafourcade se puso de pie y cerró esta parte del concierto despojándose de la larga cola de su vestido mientras se confrontaba con el espectro oscuro a través de los versos de “…Muerte”.
LOS CLÁSICOS TE LLEVAN HASTA LA RAÍZ
En un segundo segmento, la mexicana renació de sus flores dentro de un vestido naranja con “Cien años”, una pieza que hace homenaje al icono del cine de oro mexicano, Pedro Infante.
Aunque nadie lo esperaba, el regreso a sus clásicos lo hizo acompañada en un abrazo musical cantado por dos españolas, Rozalén y Sílvia Pérez Cruz.
Entre duetos y tríos, las tres cantautoras unieron su voz para ofrecer al público dos únicas versiones de “Tú me acostumbraste” y “La soledad y el mar”, temas que pertenecen al álbum Musas.
A unos minutos de dar por cerrado el evento, sonó el tema que todos estaban esperando: “Hasta la raíz”, la primera canción en español de este género con más de 500 millones de reproducciones en Spotify.
Después, llegó la despedida con “Nunca es suficiente”, y así se quedaron los espectadores, esperando una letra más para esta presentación que quedará enterrada en la memoria de los jardines madrileños.
Con este segundo concierto, Lafourcade cerró su gira en España, pero continuará en Estados Unidos, Argentina, Chile, Perú y Colombia.