Por José Inés Figueroa Vitela.
Nunca he caído en la garra de los extorsionadores.
La primera vez que me tiraron el anzuelo, en los albores de la popularización de tales prácticas, recuerdo que iba manejando, cuando me sonaron casi al mismo tiempo los dos teléfonos.
Fue la época de “los Nextel”; muchos traíamos el celular regular y “el radio” aparte, “para ahorrar”, porque también eran los tiempos en que todo te cobraban.
Total que mientras a uno le dije “espérame”, intenté contestar el otro, sin dejar de escuchar la “letanía” en el primero, del “soy de tal grupo y quiero tal cosa…”
Colgué los dos aparatos, los apagué y me fui a averiguar de qué se trataba.
Desde entonces, hace más de una década, recibí dos-tres llamadas más del mismo tipo que corté de inmediato y más últimamente, mejor no contesto a números desconocidos o extraños.
Entre ellos, ya incluí a los de los bancos, que sí identifico, pero igual no contesto, en la idea de que pretenden también ir por los haberes que creen tienes, con estrategias perversas.
Hubo un momento en que me ganaron por cansancio.
Contestarles y decirles mis desprecios por sus ofertas, no evitó que me siguieran llamando; hasta agarrarles un espejito les alentó a querer venderme más y cuantas veces los bloqueé, siempre tuvieron otro número para sorprenderme, de claves lejanas y del vecindario también.
Por eso ya no contesto números desconocidos ni extraños.
Entre lo más reciente, pasa que te mandan mensajes de los teléfonos de tus conocidos, compañeros, amigos, familiares, pidiéndote préstamos de corto plazo -“deposítame y más tarde te lo repongo”-, pero hasta eso ya se hizo del dominio público y cada vez tienen menos éxito.
Algo más se les ocurrirá.
Comento lo anterior porque, particularmente -además de enterarme de terceros-, los últimos días, de manera creciente he estado recibiendo cada vez más presuntas llamadas de extorsión.
Solo la mañana de ayer, hasta el mediodía, iban 9 las llamadas que recibía, unas de “número desconocido” y otras de números extraños, de las que ya antes había recibido referencias de “spam” o “amenaza”, más alguno nuevo.
De ese último, hubo quien lo ubicó “por el rumbo de la Auditoría Superior del Estado”.
Igual respondí: no atiendo a extorsionadores.
Denunciar es lo de hoy.
Mal se ven, algunos representantes de organizaciones patronales, reduciendo su participación en la agenda pública, a criticar y condenar, en lugar de buscar la forma de aportar, por ejemplo, ejerciendo y promoviendo la cultura de la denuncia.
La respuesta al puñado de violentos, que insisten en lastimar al grueso de ciudadanos, alterando el orden y agrediendo, pasa por la necesidad de que todos, quienes tenemos un modo honesto de vivir, empujemos en un solo frente, al lado de las autoridades.
Señalar a los proscritos, para el mejor ejercicio del Estado federal y doméstico, con toda su autoridad, es oficio inherente a toda la sociedad, empezando por sus representantes.
Lo demás, es pura demagogia.
Tras los hechos violentos en las inmediaciones de Reynosa y Río Bravo, incluida la bandalización de infraestructura de videovigilancia, las mesas de seguridad que dan seguimiento cotidiano a las expresiones del delito, insistieron en las convocatorias que sobre aquello de manera reiterada ha hecho el Gobernador AMÉRICO.
Los esfuerzos coordinados en Victoria capital, con el comercio organizado, han rendido frutos puntualmente registrados en la disminución gradual y permanente de los delitos patrimoniales.
El ayuntamiento y la Cámara de Comercio, el último fin de semana, tambíén fueron testigos y partícipes de lo que se puede hacer sobre canales de entendimiento y colaboración.
La Feria del Regreso a Clases, celebrada en torno del paseo dominical Libre 17 Te Quiero Más, fue todo un éxito, activando la economía y generando ahorros para los padres de familia.
Otra fórmula de ganar-ganar aplicada.