Ni con refuerzos traídos del vecino estado de Veracruz, los Atanasios lograron remontar su adverso marcador: sumaron otra derrota a su ya largo rosario de descalabros jurídicos. Tacha y Tacho, por primera vez reconocieron sus incapacidades leguleyas, y contrataron al diputado jarocho, Juan Javier Gómez Cazarín, para trazar la línea legal para remover del cargo al Fiscal Anti corrupción, Raúl Ramírez Castañeda de abierta filiación panista y más concretamente, cabecista.
Con la presunta destreza del legislador Gómez Cazarín, el pasado mes de septiembre, destituyeron a Ramírez Castañeda temporalmente. Con el soporte de los consejos de aquel, nombraron a Jesús Eduardo Govea Orozco, como su reemplazo con el eufemismo de “encargado del despacho” de la Fiscalía.
Ni tardo ni perezoso, Govea Orozco, tomó posesión de a oficina con la ayuda de un cerrajero y el oficio plenipotenciario del Congreso local. Exhibió la gran vida que se daba el Fiscal panista: muebles carísimos y confortable; servi-bar de primer mundo; espacio como de gobernador.
Se infiere: hizo uso de la información que en esa oficina guardaba Ramírez Castañeda.
No contaron con que vino el diablo y metió su cola: derivado de un amparo interpuesto ante el Juzgado Séptimo federal, los magistrados resolvieron que el desplazamiento del Fiscal filocabecista, había sido violatorio de la Constitución y de los procedimientos para defenestrarlo.
En suma: los juzgadores, ordenaron reinstalar al Fiscal y regresarle todos sus derechos como servidor público y como servidor público. Sólo les faltó precisar, el regreso de los finos vinos que Govea Orozco ya había empezado a paladear.
Tacha Contreras y Tacho Beas, responsables de todas las áreas jurídicas de la IV T tamaulipeca, apechugaron el descontón al tiempo de abrir espacios para una contraofensiva de los diputados panistas y los abogados azules, contra quienes -lo dice el ordenamiento de los magistrados- participaron en la fallida ofensiva.
Los Tachos, llevaron al baile, al Congreso de Tamaulipas, a Govea Orozco y al gobernador Américo Villarreal Anaya.
¿Por qué el Congreso puede ser sujeto de serias impugnaciones, entre ellas Juicio Político?
Por lo evidente del exceso en sus atribuciones; por desacatar un Amparo en favor del Fiscal Ramírez Castañeda y por instalar como Fiscal a un sujeto que no cumplía con los requisitos legales plenos para el cargo.
¿Por qué el muy temporal Fiscal, Govea Orozco, se metió en un berenjenal?
Los Tachos lo llevaron a una auto-emboscada.
Si el repuesto Fiscal, Ramírez Castañeda interpone una denuncia contra el Fiscal espurio, se le podría abrir una investigación por usurpación de funciones, daños en propiedad ajena y robo, toda vez que los documentos oficiales que guardaba la sede de la Fiscalía, fueron manipulados, por personal ajeno a esa atribución.
El abogado morenista, Govea Orozco, es la cuerda más delgada en toda esa trama; es parte de la red jurídica bajo la férula de Tacha y de su consorte el Tacho Beas.
Los Tachos, llevaron también a zona de conflicto al gobernador, Américo Villarreal Anaya. A decir del aparato de Contreras y Beas, todo estaba resuelto; la destitución del Fiscal leal al ex gobernador, Francisco García Cabeza de Vaca había sido pan comido.
Dijeron con tanta seguridad esa falacia, que llevó al Ejecutivo estatal, a declarar su satisfacción por la decisión del Poder Legislativo tamaulipeco, y aplaudir el despojo del cargo de Ramírez Castañeda.
¿Había necesidad de invitar al gobernador, a una zona de conflicto que gratuitamente le delinearon los ineficaces Tachos?
Gómez Cazarín, es otro veracruzano que muerde el polvo en la arena política-jurídica tamaulipeca. Se sumó al descalabro de su paisano Ricardo Gamundi Rosas, quien presumió darle gobernabilidad al estado y al Congreso local para finalmente ser pillado con un infantil truco por el cabecismo y expuesto como un charlatán y cándido consultor.
Nunca en la historia, dos sujetos -Tacho y Tacha- habían hecho tanto daño simultáneo a los poderes Ejecutivo y Legislativo de Tamaulipas, en tan poco tiempo.
Muy seguramente, los abogados egresados de la Universidad Chavira y de la Escuela de Altos Estudios Jurídicos del Instituto Chavalín, lo hubieran hecho mejor que los invictos Tachos.