Los liderazgos políticos tamaulipecos, están severamente lastimados. Las principales fuerzas que disputan el poder público, se mueven lastimosamente en el escenario local. Muy probablemente, porque el PAN es manejado desde algunos pueblos de Texas, USA y MORENA, carece de cuadros con destrezas respetables que lo hacen parecer frágil, desangrado e inexistente.
La disputa por el Congreso, es el vivo reflejo de ese equilibrio de fuerzas: son dos desarticulados partidos, que sólo pueden aspirar al empate; nunca a la definición clara: por la fuerza de las mayorías o por la contundencia de sus argumentos.
Es justo por esa circunstancia, que el choque entre ambas fuerzas, se ha constreñido a los dos actores fundamentales del tejido de poder tamaulipeco: el gobernador, Américo Villareal Anaya y el ex gobernador, Francisco García Cabeza de Vaca.
La herencia de Cabeza de Vaca, -Magistrados, Organismos Autónomos y una minoría en el Congreso local, que opera como elemento determinante en las decisiones más relevantes del Poder legislativo- siguen dándole fuelle al ex gobernador. De hecho, es esa estructura su herramienta más eficaz para seguir haciendo política en el estado.
Las armas de Villarreal Anaya, se han visto insuficientes para frenar la extensión de los brazos del reynosense. Ni MORENA, ni el grupo parlamentario morenista, se han movido con prestancia en el espinoso escenario prohijado por el diferendo entre el Ejecutivo estatal que gobierna y el Ejecutivo estatal que se fue.
El futuro inmediato de Tamaulipas, no parece ser de abrazos.
Cabeza de Vaca, está de regreso. Con el apoyo del Poder Judicial de la Federación, ha logrado notables avances en la solución de sus problemas penales. Y lo seguirá teniendo: en la coyuntura del enfrentamiento entre los Magistrados y AMLO, el exgobernador se pertrecha y se blinda penalmente.
El respiro judicial dado a CdeV, lo reinserta en el escenario tamaulipeco con aceptables augurios para él y los suyos. Arrincona al panismo del sur, al tiempo de reagrupar a sus correligionarios; sin duda: será un dolor de estómago -con todo y lo electoralmente exangüe que se percibe- para la IV T, en los comicios que se avecinan.
La buena noticia para el gobernador, Villarreal Anaya, es la escasa potencia de la candidata presidencial, Xóchitl Gálvez. Si otra fuera la circunstancia, estaríamos hablando del retorno estridente y victorioso, del ex gobernador.
Otra amable eventualidad, para la cuatroté, es la historia negra que no se ha borrado de la hoja de servicio de Cabeza de Vaca como gobernante. Su marca, se ha deslavado; su presencia, se ha diluido a tal grado, que presumir de su sombra, resta, y sin exagerar: aniquila.
Antes de irse, llevaba en sus alforjas un tres de aprobación. (En estos momentos, se infiere que bajó ese dato).
Logró el perdón de la Justicia prianista, pero perdió sus raíces en la entidad y la sigue perdiendo -poco a poco- en su partido en la región.
Más alegría para el inocuo -pero con buenaventura, mucha buenaventura- MORENA: de las diez principales ciudades tamaulipecas, sólo Tampico y Mante, serían gobernadas por el PAN y estaría al borde de perder al menos 10 de los casi 30 Ayuntamientos menores, que administran militantes azules.
Otro regalo de Santa Claus para los guindos: la irrupción del Movimiento Ciudadano (MC) en la comarca, erosionará la cosecha electoral principalmente al PAN. En ciudades como Tampico, Madero, Altamira, Victoria, Matamoros y sobre todo Reynosa, los naranjas proyectan obtener excelentes resultados.
Ese paisaje sociopolítico, sería potenciado por el candidato presidencial del MC, que sería receptáculo de algunos escurrimientos panistas. Podría darse el caso, que Miss Gelatinas, caiga al tercer lugar en Tamaulipas.
Los extremos se juntarán en el 2024: la actitud rémora de MORENA y la conducta lastre de Cabeza de Vaca.