Reynosa, Tamaulipas, es hoy políticamente -lo que ha sido siempre-: un conglomerado de tribus, que sólo responden a sus particulares intereses. El elemento ajeno, ha sido siempre la vocación por el trabajo comunitario. La red de poder prohijada por el gobernador Norberto Treviño Zapata en la entidad, -soñó con crear una nueva clase política- le hizo ubicar en la alcaldía a José Cruz Contreras confiando en su mano dura para pacificar la ciudad, que había vivido tiempos turbulentos por los tiempos del portesgilismo y el alemanismo.
No pudo con la efervescente tierra que vivía tiempos de emergencia de múltiples factores generados por la extensiva agricultura -producto del alemanismo- y la expansiva ola comercial, legal e ilegal de la frontera. Ese crecimiento económico dorado, hizo nacer a nuevos elementos productivos de la sociedad reynosense: los obreros y la élite de ese proletariado, los trabajadores petroleros.
Treviño Zapata no midió lo que se le venía encima.
Pensó, con el apoyo presidencial, todo sería coser y cantar.
No fue así.
Dos frentes se abrieron contra el gobernador, y su protegido Cruz Conteras: la CTM de Reynaldo Garza Cantú y el sindicato petrolero de Antonio García Rojas. Los Deándar, apenas emergían como un poderoso grupo editorial, sin la presencia arrolladora de Garza Cantú y los petroleros.
La autoridad municipal, fue el centro de las disputas por lo mucho que representaba en las esferas de influencia de los factores de poder locales.
Entre tironeos y tiroteos transcurrieron las décadas en la comarca.
El salinismo, a finales de los años 80, impactó como pocos fenómenos la estructura política reynosense. Su visión neoliberal, implicaba hacer a un lado todo vestigio corporativo y sobre todo, a toda organización sindical vista como peligrosa por su proyecto privatizador y anti-obrero.
De un solo plumazo Salinas, desplazó en Reynosa a dos vigorosos factores: la CTM -Garza Cantú- y el STPRM -la secuela de líderes de García Rojas y la Quina-. A Heriberto Deándar, con su brazo justiciero, el Procurador de Justicia de la Nación, Jorge Carpizo McGregor, lo debilitaría enviándolo al exilio.
El golpe del salinismo, metió a la ciudad en un remolino de intereses y en una vorágine de pasiones políticas. Priistas se fueron al PAN; panistas se fueron al PRI. Fue el momento en que la clase política local perdió su identidad para tomar el camino de la comodidad: se formaron en la fila de los potenciales ganadores.
El pudor, fue dejado atrás.
En la sociedad, se veía con similar simpatía a los ganadores; independientemente con que partido ganaran.
Hoy, la IV T, ha metido en una dinámica similar a la del salinismo a Reynosa. Se desperdigaron los liderazgos; las pandillas políticas únicamente ven por sus negocios; los partidos políticos son rehenes de esa red de autoridad administrada por las élites, en tanto la ciudad y los ciudadanos viven en el olvido y la marginación.
Los principios de la IV T, son referencias éticas y distantes para la mayoría de la clase política reynosense. Y lo mismo, pasa con las proclamas del PAN.
Patético el paisaje reynosense.
Makyito, ha comprado los servicios de renombrados políticos como Oscar Luebbert, Héctor Garza González, para que lo acompañen en un plan de gobierno municipal en el cual el pueblo es ajeno. La oposición, moralmente acabada, encabezada por los hermanos Cabeza de Vaca, representa el retorno a un pasado deplorable y dramático.
¿Hay opciones?
El MC, podría ser la tercera vía.
El escenario, es favorable para la construcción de una alternativa amplia y amigable en un presente ya intolerable para muchos.