La elección de este año, pretende reivindicar el valor del voto, la soberanía del pueblo, para decidir quiénes deben representarlo y gobernarle y quiénes no; votar y botar, siempre, como potestad del ciudadano.
Eso, que desde hace dos siglos, desde que esto es una república, democrática y participativa, debió ser una constante inamovible, ha tenido sus altibajos a lo largo de la historia nacional y en la época contemporánea, a costa de desconocerle terminó por agotar el sistema contaminado.
En el aquí y ahora, la oportunidad de las urnas del dos de junio próximo, es para terminar de botar a la pandilla que asaltó el poder público estatal, durante el pasado sexenio.
El mismo que mediante estratagemas perversas, ha venido acotando el desarrollo institucional, deTamaulipas y sus ciudadanos, alterando el estado de derecho, mediante sus infiltrados en el relevo gubernamental.
Para botar a esos, es necesario votar por los otros y de ello hay plena conciencia entre la ciudadanía tamaulipeca.
Si a nivel federal y local se han obstruido muchos de los planes y programas enarbolados por el Movimiento que nos gobierna, es porque desde las cámaras impusieron la necesidad de las mayorías absolutas para poder reformar las legislaciones, contrarias al interés colectivo y sancionar a los desleales servidores públicos y representantes populares.
Esas mayorías absolutas (también legislaron en su último momento de poder), ningún partido las puede tener, pretendiendo institucionalizar el reparto del presupuesto público como botín, entre los cúpulas.
Infiltrando, además, las instituciones jurisdiccionales,para que les dieran impunidad, garantizándoles la perpetuidad del saqueo.
Sanear el orden institucional, fue lo que no pudo hacer ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR, reformando los podridos entes autónomos y el aparato de justicia, mediante su democratización.
Mismo esquema que ha tenido su más clara exposición en la forma como el exgobernador de triste memoria y sus cómplices -a los que se suman de manera ridícula y mordaz los jueces y magistrados que les amparan y fallan contra sus persecutores-, paseando la impunidad de que hace alarde, allende nuestra fronteras.
Por eso el vaticinio es de que, en la elección de este año, MORENA y sus aliados finalmente logren al menos las dos terceras partes de los escaños y así puedan ordenar y limpiar de delincuentes, las estructuras judiciales y entes autónomos, cuya función nunca se ha cumplido, convertidos como están, en aval de los delitos cometidos contra el pueblo.
¿Autoritarismo?, ¿falta de equilibrios en el ejercicio del poder?, ¿vía libre a los excesos de los pocos en contra de los muchos?
Todos esos argumentos que ahora esgrime la oposición, para tratar de convencer a los ciudadanos de que les devuelvan la confianza a través de los votos, fue lo que ellos cometieron cuando ejercieron el poder y controlaron las cámaras.
Sanear el oficio público en lo nacional y lo local, lo estamos viendo, requiere al menos un lapso, no de unipartidismo, pero sí de fuerzas políticas coincidentes en buscar hacer prevalecer el interés soberano del pueblo, con la seguridad de que no hay terceras intenciones perversas en sus promotores.
Ya que los magistrados y jueces, los consejeros y comisionados, cuenten con la calidad moral y la capacidad intelectual para hacer justicia verdadera, sirviendo al pueblo, entonces sí se podrá seguir abundando en la construcción de equilibrios de futuro.
Porque solo se necesitan tales instrumentos donde no existen, ni hay intención de permitirlos.
Hoy la historia es diferente y mañana, cuando los tamaulipecos se vuelquen en las urnas, lo será más.
A partir del tres de junio, con el contundente mandato del voto, los desleales servidores públicos que no se hayan marchado por su propio pié, lo harán; solo los cínicos y despistados esperarán a que los alcance la mano de la justicia y seguramente así lo hará.
En calidad de mientras, por quien quiera ver y oír, teniendo ojos y oídos, en este trayecto correrán algunas acciones institucionales.
Como en el caso de las candidaturas que ya están en el horno, el vox populi advierte: no habrá sorpresas; si acaso, uno que otro sorprendido.