El recuento de votos para establecer quién ganó la elección a la alcaldía de Victoria, no admite lugar a dudas. Así que el ayuntamiento estará presidido, durante un trienio más, por Eduardo Abraham Gattás Báez.
Las inconsistencias e irregularidades del conteo primario se corrigieron en tiempo y forma. Y, al final de cuentas, ‘Lalo’ se alzó con el triunfo con 68 mil 631 votos, superando con un mil 194 a Óscar de Jesús Almaraz Smer.
La referencia es del dominio público, cierto. Pero la consigno sólo para sustentar mi apreciación de que el comportamiento ciudadano en las urnas, en principio, no fue respetada por la autoridad electoral, pero al exigirle que se abrieran los paquetes y se revisara cada boleta surgió la cifra verdadera del escrutinio.
Igual ocurrió en otros casos.
Y esto, precisamente, lleva a la sospecha de que la autoridad electoral actuó parcialmente.
¿Por consigna o ineficiencia?, vaya usted a saber, pero advierto que el descrédito en que han caído los organismos electorales obliga a considerar su renovación no sólo de funcionarios sino, también, del modo operativo en que se depositen y contabilicen los votos.
Como fuere, ‘Lalo’ demostró, tenazmente, que sí se pudo.
Superó la prueba a que fue sometido por el electorado.
Jamás bajó la guardia para defender, con el derecho que le asiste, su triunfo, sustentado en las actas de cada una de las casillas que, por apatía o deliberadamente, mal interpretaron los escrutadores.
De ello está consciente el candidato derrotado, al reconocer la victoria de ‘Lalo’ tras el recuento de votos, por lo que no impugnará la elección.
El viernes que nos antecede, ‘Lalo’ recibió la constancia de mayoría; y asumió el compromiso de no fallarle al mandato del pueblo, sin distingo de ninguna índole, pues seguirá siendo alcalde de todos los victorenses; y por esta su tierra y su gente, seguramente, trabajará con mayor ahínco.
Entre sus proyectos primarios, destacan construir la segunda línea del acueducto ‘Guadalupe Victoria’, mejorar la prestación de servicios públicos y fortalecer su comunión con la ciudadanía.
Libre expresión
Los honores al lábaro patrio que cada lunes preside el gobernador Américo Villarreal Anaya, corren hoy a cargo del área de Comunicación Social, cuyo coordinador es Francisco Cuéllar Cardona.
Esto, para conmemorar el Día de la Libertad de Expresión.
Sobre el particular, en Tamaulipas –a diferencia de otras entidades de la República Mexicana–, el ejercicio periodístico es reconocido y respetado por el gobernador Américo Villarreal Anaya, en claro apego a los preceptos constitucionales que garantizan la libre manifestación de las ideas.
En lo va de esta administración administración pública, no se conoce un solo caso de periodistas que hayan sido perseguidos, acosados o agredidos por difundir noticias, imágenes o comentarios, sobre la actuación de las autoridades, aun cuando existen falsos comunicadores que anteponen el libertinaje a la libertad de expresión; y es a través de la diatriba, la difamación, la calumnia y el chantaje, como obtienen las prebendas que tanto desprecian los profesionales de la prensa.
Hay casos harto difundidos de colegas domésticos otrora ultimados en atentados o desaparecidos –cierto–, pero ninguno es atribuible al quehacer gubernamental y sí en cambio, a la inseguridad pública que ha generado la cruenta guerra contra la delincuencia organizada que libra el Gobierno Federal.
De ahí que diga y sostenga que aquí, en la geografía tamaulipeca, no ocurre lo mismo que en otros estados, donde la alta burocracia es la que decide qué se publica en los medios impresos o qué se transmite en la radio y la televisión (locales).
Garante de esa libertad de prensa ha sido y es el mismo gobernador Américo Villarreal Anaya, por el respeto que siempre le ha merecido el ejercicio periodístico, la crítica y sus semejantes.
Derecho inalterable
Bajo el mismo tenor, hoy le reitero que la libertad de expresión es un precepto constitucional que no se compra ni está en venta. Es el credo de los hombres comprometidos con la verdad. Un derecho que tenemos para comunicar, digna y serenamente, todo lo vano y útil que gira en nuestro entorno.
Sin embargo, hay individuos que no la admiten. Seres que la desprecian porque la verdad lacera. E irrita, cuando toca los puntos más vulnerables de la naturaleza humana.
La libertad de expresión alienta el misticismo de quienes hemos hecho del ejercicio periodístico nuestra razón de ser.
Es la forma y el fondo de la objetividad.
Pero muchas veces se le confunde con el libertinaje.
Y los encargados de prostituirla son, precisamente, aquellos que la utilizan para denostar y entrometerse en la vida privada de nuestros semejantes, o, simple y llanamente, para ensalzar las supuestas virtudes de sus amigos y hasta difamar a los que creen enemigos.
La libertad de expresión, incluso, cuando es mal entendida por la ignorancia inherente de quienes se ostentan como periodistas sin serlo, provoca que en ocasiones se confunda a los informadores éticos y profesionales con los mercenarios que al amparo de los artículos 6º y 7º constitucionales cometen todo tipo de fechorías.
Refiero esto porque mucho me desilusiona ver que en Tamaulipas, como en otras entidades de la República Mexicana, hay (todavía) decenas de farsantes que usurpan la función de quienes ejercemos el periodismo puntualmente y lo consideramos todo un apostolado.